En el marco de una creciente tensión entre trabajadores y autoridades, los controladores aéreos de Argentina, representados por la Asociación Técnicos y Empleados de Protección y Seguridad a la Aeronavegación (ATEPSA), llevan a cabo una nueva jornada de paro, con un acatamiento declarado del 100%. Este paro, que se desarrolla en dos franjas horarias, de 7 a 10 y de 14 a 17, obliga a todas las compañías aéreas a reprogramar sus vuelos, afectando a miles de pasajeros en todo el país.
El secretario adjunto de ATEPSA, Marcelo Chávez, ha señalado que la falta de aumentos salariales durante los últimos 11 meses ha llevado a esta situación extrema. En declaraciones radiales, Chávez expone que hasta la fecha no han recibido ofertas salariales ni se les ha presentado una pauta estatal comparable a la de otros organismos. Este clima de incertidumbre y abandono ha motivado al gremio a ejecutar paros parciales cada 48 horas, con miras a hacer visible su problemática laboral frente a un gobierno que parece despreciar sus demandas.
El gobierno, por su parte, ha reaccionado advirtiendo que el servicio de navegación aérea es considerado «esencial» y debe mantenerse operativo en al menos un 45%. Esta postura, aunque comprensible en términos de garantizar la movilidad y seguridad de la población, también revela un enfoque más coercitivo que conciliador. La Secretaría de Trabajo ha anunciado que vigilará el cumplimiento de esta normativa, ignorando el hecho de que un servicio aéreo comprometido por la insatisfacción laboral debe ser motivo de reflexión y acción por parte de las autoridades.
Chávez ha destacado que, a pesar de haber seguido todas las instancias de conciliación obligatoria, la respuesta del sector patronal ha sido prácticamente nula. Esto plantea serias interrogantes sobre la efectividad de dichas instancias y la disposición del gobierno para entablar un diálogo real con los trabajadores. Al insistir en que su intención no es perjudicar a la sociedad, el dirigente sindical parece intentar equilibrar la justificación de sus acciones con la necesidad de proteger a los pasajeros afectados. Sin embargo, este conflicto no solo afecta a los viajeros, sino que también pone de manifiesto una crisis mayor en la relación entre el Estado y los trabajadores esenciales.
Ante estos acontecimientos, es crucial que tanto el gremio como las autoridades encuentren un camino hacia el entendimiento. La actual situación en la que los controladores aéreos ven mermadas sus condiciones de trabajo y sus derechos laborales, mientras el gobierno apela a la obligatoriedad del servicio, es una clara señal de que el diálogo social se ha estancado. La falta de respuesta a las demandas de los trabajadores puede derivar en consecuencias aún más graves, no solo para los usuarios de vuelos, sino para la estabilidad del propio sistema de aviación en el país.
En conclusión, la jornada de paros de los controladores aéreos es un síntoma de un malestar profundo que requiere atención inmediata. Un llamado a la negociación por parte del sector patronal no solo ayudaría a mitigar el impacto en los ciudadanos, sino que también brindaría una solución al descontento laboral. La historia nos ha demostrado que ignorar las necesidades de los trabajadores puede resultar en conflictos aún más prolongados y perjudiciales para todos.
